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jueves, 9 de junio de 2011

Freedom.



Pequeñas cosas, que día a día se hacen grandes. Sentimientos insignificantes, pero de cierto modo imprescindibles. Caricias en invierno, susurros en verano. Abrazos en otoño, y besos de melocotón en primavera. El viento rozándote en la cara, las burbujas explotando y haciendote sentir cosas indescriptibles. Esas aburridas tardes bajo el cerezo del pueblo; y esas otras tan divertidas en el pantano. Recuerdo perfectamente esas veces en la que jugábamos a imitar películas. Y recuerdo más aún cuando me tocó imitar a Tarzán. Si, fue alucinante. Ese mismo instante me ayudaste a subir a la cuerda que colgamos de las ramas del cerezo, luego me empujaste, y sentí mil y una cosas que repetiría una y otra vez. Minutos más tarde la cuerda se soltó, y yo caí al agua. No me había pasado nada, pero de todas formas te acercaste corriendo, tan rápido como si te persiguiera el mismo diablo. Empezamos a jugar, a chapotear en el agua, como niños pequeños. Pasaba la tarde, y todavía se podían escuchar nuestras risas. Pero de repente, el pantano quedó en silencio. Nosotros nos callamos, y nuestros labios se fundieron en un increible beso. Por eso, siempre recordaré, que lo más sencillo, aburrido, monótono y rutinario puede tener un final inesperado. Puede tener el mejor de los finales.

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